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La aventura que tuve en Londres

Siempre quise ir a Londres. Todas mis influencias, mis gustos me llevaban ahí desde mi infancia: Harry Potter, Los Beattles, Amy Winehouse; la música, las películas, los libros, el arte y en general todo lo que me gustaba hacía referencia o había tenido esa ciudad como fuente de inspiración.

Así que, desde que empecé a trabajar comencé a ahorrar para ver la ciudad londinense y apenas pude compré un tiquete. Cuando por fin lo hice, tenía miedo que la ciudad no alcanzara mi imagen mental, que la hubiera imaginado más de lo que sería… Hasta me dio ansiedad.

Me había preparado desde hace tiempo: estudié inglés en el Centro Cultural Costarricense Norteamericano desde la adolescencia, pensando solo en mi sueño y había leído tanto al respecto: lugares a dónde ir, normas de etiqueta, cómo se pronuncian algunas palabras en ese delicioso acento… ¡Estaba preparado!

Y sinceramente ha sido lo mejor de mi vida. Desde que me bajé del avión lo amé. La comida, el clima, las amplias calles, las geniales bibliotecas, Abbey Road, las personas súper serviciales, los tours en inglés… Quedé enamorado de la arquitectura, del Palacio de Buckingham y del Big Ben.

Pero el mejor momento fue cuando me senté en uno de los buses rojos de doble piso. A mi lado, se sentó una hermosa rubia de Piccadilly Circus junto a sus amigas.

En minutos me acerqué y hablé con ella en perfecto inglés, poco después bajamos en una parada para salir todos a comer “fish and chips” y tomar la cerveza local en lo que ella dijo era “the best pub ever”.

Reímos por mucho tiempo mientras les enseñaba algunas palabras en español y poco a poco se fueron acercando más personas que querían mostrarme términos en el slang inglés. Luego descubrí que entre esas personas estaban unas primas del Príncipe William (sí, tengo la selfie). ¡Nunca había reído más que cuando me enteré de regreso en el avión!

Esa última noche paseamos por el London Bridge, dimos una vuelta en la Avenida Trafalgar y seguimos hasta llegar al London Eye. Ahí, con más comida en mano y mucho cansancio, vimos el amanecer desde la gran rueda. ¡Fue un momento mágico!

¡Sabía que había una razón por la que esa ciudad me llamaba! ¡Y todo lo logré por hablar en inglés! Gracias a los profesores del Centro Cultural Costarricense Norteamericano y su genial alianza con National Geographic Learning con la cual logré leer y aprender con contenidos provenientes de todo el mundo y sobre diversos temas de la actualidad, expandiendo mis horizontes y ampliando mis oportunidades laborales y personales. ¿Cuál es tu sueño? ¿Te atrevés a hacerlo realidad? Contactalos aquí

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